Sobre el proyecto

Cómo decirle que no a un padre (muerto) se propone como una indagación escénica transmedia acerca de los temas de la venganza, el ser, la conciencia y la representación a partir del Hamlet de Shakespeare. La venganza -la idea de hacer justicia por mano propia- es uno de los principales motores de la violencia cíclica en nuestro país. Colombia está llena de Hamlets a quienes les han matado a sus padres y, luego de ser víctimas, han pasado a ser victimarios al tomar venganza por este hecho (dejando a su paso nuevas víctimas y posibles futuros victimarios). Sobra decir que la creación y proliferación de los distintos grupos armados y de algunas políticas de Estado de nuestra historia reciente han nacido muchas veces a partir de este deseo y sed de justicia no satisfecha. Pero también han sido muchos los Hamlets que, tras pasar por el dilema de si tomar o no justicia por mano propia, o de si acabar incluso con su propia vida para salir de esto, han optado por salidas pacíficas, por el perdón, la reconciliación o la resignación. En la historia actual de nuestro país, encontramos todos estos tipos de respuestas. De aquí se desprende que este es, ante todo, un conflicto que primero se coteja en el campo de la conciencia, de la vida interior de la persona, de su ética, de su cultura, de sus creencias. Se puede ser o dejar de ser quién se es a partir de una sola acción que lo cambia todo: matar a otra persona (o no hacerlo) para restablecer un orden perdido, una vida perdida. La construcción de una visión de mundo, de la vida y del universo se lleva a acabo en la conciencia del ser humano, y ésta se puede ver derrumabada de un día para otro tras un evento tan desgarrador y traumático como lo es el asesinato de un ser querido.

Elegimos trabajar a partir de Hamlet porque hay algo en su composición artística y semántica que se vincula directa y poéticamente con éstas preguntas y nos sigue interpelando como seres humanos a pesar del paso del tiempo; es una cuestión que sigue abierta, viva. La universalidad de la obra opera hoy en día casi como un mito. Queremos tomar este carácter casi mítico de la obra para resignificarlo a partir de la experiencia propia de los artistas en escena y de la historia de nuestro país; buscamos que el público vea de cerca lo que realmente significa para una persona confrontarse con este tipo de decisiones; nos interesa generar una reflexión más humana y sincera sobre el hecho de que el deseo de venganza puede nacer en cualquiera de nosotros, pero es el accionar posterior lo que determina lo que puede suceder con nuestro universo interior y nuestra vida en comunidad (local y global). No es fácil, y no se intenta dar una respuesta. Pero se busca indagar de manera profunda en estos temas porque son pertinentes hoy para nuestra vida como seres humanos en este país que intenta construir paz y reconciliación y de este mundo que añora esa misma paz pero que se está viendo golpeado por la guerra, dentro de cuyas variadas semillas está la semilla de la venganza.

A los temas de la conciencia, el ser y la venganza/perdón se suma el de la representación (tan importante en la obra original), ya que surge la pregunta (siempre surge) de cómo representar estos temas, de cómo transitarlos y abordarlos a partir del arte. En este sentido, lo que se representa y presenta (la ficción dialogará constantemente con la experiencia real) en este proyecto no será investigado tanto como una línea narrativa, sino como un aspecto formal que permea toda la obra. Imaginamos un dispositivo artístico, escénico, que le de cause a estas preguntas para hablarnos de cerca y discutir con el texto original desde la psicología, la antropología y la filosofía occidental y oriental, desde la teoría del arte y el teatro contemporáneos y el performance. Pensamos en una instalación escénica -un espacio liminal entre escenario, museo/mausoleo (Elkin Rubiano) y galería- donde los objetos y los cuerpos primero se exponen para que el público observe y genere hipótesis al respecto, pero que después sean confrontadas y resignificadas por medio de la acción del actor/perfomer/personaje, la imagen audiovisual, el sonido, la música y el canto. El espectador/participante no acudirá a ver la representación del clásico shakespeareano sino que se encontrará inmerso en una instalación teatral que lo estimulará a interactuar con ella y generar reflexiones, asociaciones y conexiones acerca de la conciencia y el acto de ser a través de una acción o el cumplimiento de un mandato familiar o cultural. El texto de Shakespeare se toma entonces como palimpsesto; sus palabras se toman como un objeto artístico más entre los demás objetos dispuestos en el espacio. Pensamos en una obra desde cuyas piezas se empiece a reconstruir un hecho, un punto de vista, una proyección de la mente. Una narrativa superpuesta de voces, miradas, objetos humanizados y humanos objetivados. Una fábula que se pregunte por qué se ha de obedecer un mandato, una tradición o una cultura de violencia para poder ser.

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