
El aspecto musical de nuestra instalación teatral está ligado al sonido musical sugerido en la obra a través de los instrumentos nombrados, los estilos que refiere y las canciones que cantan los personajes. En un primer momento se pensó en un solo músico que expresara a través del cello y la música electrónica los estados interiores de Hamlet. Iba a ser el único acompañante del actor, y su cuerpo y sus instrumentos estarían expuestos también al comienzo de la obra. Pero con el desarrollo del dispositivo y los experimentos realizados, se incluyó un coro de cuatro voces, un actor que canta (mal), y el sonido de la flauta de millo a través del sistema sonoro del que hablamos en el apartado sobre el sonido.
La música y el canto en Hamlet evocan ante todo estados interiores de los personajes, aunque también aparecen como momentos incidentales que requieren de sonidos musicales, como en las entradas y salidas de los reyes, donde suele haber trompetas, o en la apertura con oboes de la obra La ratonera que presentan los actores ante la corte, bajo de la dirección de Hamlet. Nosotros nos concentraremos en la relación de la música con los estados interiores o espirituales y el modo en que nos apropiamos de estos sonidos, melodías e instrumentos para transformarlos y darles una dimensión más propia y especifica.
Lo primero que se incluyó en el proyecto fue el uso del cello, que con el maestro Diego García se empezó a trabajar a partir de una suite de Bach que nos permitía evocar un estado melancólico profundo, pero con movimientos rápidos y repentinos que se asemejan a los estados cambiantes por los que pasa Hamlet. Luego incorporamos la distorsión de esta pieza, para acompañar los estados más alterados de conciencia cercanos a la locura en el personaje principal. El público asiste a la evolución de este elemento desde que está expuesto en el espacio como parte de la exposición, pasando por la afinación del instrumento, el ensayo de algunas notas y finalmente la ejecución de la pieza hasta llegar a su distorsión.
El segundo elemento musical que entró en juego fue el relacionado a la muerte y se estableció, en realidad, desde dos puntos de vista: el del réquiem ligado a la negativa de los sacerdotes a cantarlo para Ofelia por la sospecha de que se suicidó; y el del canto popular de los versos del sepulturero sobre su relación y su oficio con la muerte como algo cotidiano y hasta jocoso. Ambos juegan en el espacio desde la voz, el primero a través del canto polifónico de un coro de cuatro voces y el segundo por medio del canto desgastado y desafinado de un sepulturero borracho que entona un vallenato. El contraste entre estos dos modos musicales de asumir la muerte resultó muy fructífero y de interés para el público que ha visto las muestras. Los temas elegidos para esta suerte de contrapuntos musicales fueron el responsorial litúrgico Libera me, que se suele cantar después del réquiem, junto a la tumba, justo antes de enterrar el cuerpo de la persona fallecida; y el vallenato La miseria humana de Lisandro Meza, que cuenta a lo largo de diez minutos la historia de un hombre que sale de paseo en la noche y se mete en un cementerio que resulta en un encuentro con la calavera de su amada. La semejanza de ciertos versos de esta canción con los textos entre Hamlet y el Sepulturero al comienzo del quinto acto, son dignos de admiración. He aquí un par de versos de ambas obras:
El último elemento que hemos incorporado desde el aspecto musical ha sido la flauta de millo. Una vez se termina la representación de la obra de teatro para el rey y la reina, Hamlet pide que le traigan flautas y que toquen música al corroborar de manera casi triunfal y festiva que su tío efectivamente es el asesino de su padre por la manera extraña en que se comportó frente a los hechos que escenificaron los actores. Hamlet toma una de esas flautas (llamadas caramillos en España) y le lanza el texto con el que comenzamos esta sección a Rosencrantz y Guildenrstern, al ver que tratan de sonsacarle las razones de su comportamiento afectado. Después de que ellos y Polonio, el consejero del rey, lo dejan solo, Hamlet comienza un monólogo cargado de embriaguez y determinación para asesinar a su tío y para matar con las palabras a su madre. Si bien nunca se dice en la obra que las flautas suenan, nosotros imaginamos una transición musical con este instrumento cargado de energía, brujería y embriaguez, que exprese el estado interior de Hamlet, ya preparado para la acción, con mucha adrenalina. Minutos después estará matando a Polonio, que está espiando detrás de una cortina la conversación entre Hamlet y Gertrudis, su madre. El uso del sonido del caramillo nos parecía bello, pero nos llevaba más hacia un Hamlet clásico con un sonido y unas melodías renacentistas. Por simple asociación intuitiva del nombre del instrumento, nos llegó a la memoria el instrumento musical indígena -pero usado con preponderancia en la cumbia- que es la flauta de millo, y se nos vino a la mente el ritmo frenético de la puya. Esto nos llevó a investigar algunas canciones e incluir el objeto mismo de la flauta de millo en el espacio, y su sonido, ritmo y melodía a través del sistema de sonido que circunda el espacio escénico/museístico. Nos permitimos apropiarnos del elemento cultural europeo/sajón para evocar una sensación mucho más cercana a nuestra cultura y que lo expresa de un modo mucho más contundente, a nuestro modo de ver.
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El trabajo con el texto / El espacio / El actor/performer / Los objetos / El sonido / La imagen / El público / La iluminación / La producción
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